De las mieles a las hieles.
De las mieles a las hieles. El alcohol no es ni bueno ni malo, lo que hará que tenga unos efectos u otros, dependerá de su consumo y utilización, también hay que tener en cuenta el sexo, la edad, cantidad, costumbre, peso y graduación.
Dicho así suena hasta bonito y manejable, pero encierra dentro la caja de los truenos. Los fuegos artificiales en el cielo, son preciosos, pero en tierra son mortales o muy peligrosos.
Tengo que reconocer.
Que en los inicios del consumo de alcohol lo pasaba fenomenal, mi vida transcurría con más alegrías que desdichas. Feliz por los cuatro puntos cardinales, amigos, amigas, muchas fiestas y todo cuanto se pudiera beber. Mi punto débil, llamémoslo así, era que alguna que otra vez, llegue a casa con más tragos de la cuenta, yo lo normalizaba, pues los demás bebían igual que yo. O eso creía, lo de ser un borracho estaba muy lejos de mí.
No puedo decir con exactitud cuándo empezó mi declive personal y familiar. Solo puedo contar que cada vez que salía a la calle tenía que consumir alcohol para llevar el día a día, yo anestesiado por los grados de alcohol lo mal llevaba. Pero la peor parte la soportaban mi mujer y mi hija, no entendían por qué, ni los motivos, solo veían un despojo oliendo a alcohol. Farfullando para contestar y ausente cual muerto incinerado. Eso los días que no me daba por estar cabreado, no sé con quién. Seguramente con migo mismo, pase de conocer de una de las hadas del bosque a una de las brujas de satán, lo que me querían, a las amenazas y reproches, tanto las castigue, tanto las humille, tanto de todo que al final tuvieron que deshacerse de mí.
El día de la noticia.
Que me echaban de casa, no le di, ni la más mínima credibilidad. Yo creía que iban de farol, pues no, las maletas la tenía en consigna del rellano de mi casa. Jamás me había sentido tan desolado, tan perdido, tan inútil y abandonado.
No soy creyente, pero invoqué a todos cuantos santos y vírgenes conocía, para que por una vez escucharán mi voz pidiendo perdón y prometiendo enderezar mi vida, afortunadamente tropecé con Asarex, hoy fundación Valero Martínez, eso fue lo que, salvó primero mi vida, después mi vida en familia, aprendí a saber estar en la calle, pero sin beber y lo principal, saber poner en la balanza lo que ganas contra lo que pierdes con el alcohol.
QUIEN PODRÍA DECIR CUANDO TIENES QUE PARAR. PARA NO SER ALCOHÓLICO COMO YO, LO MALO ES QUE CUANDO NO SABES PARAR, YA LO ERES.
El alcohol es traidor. Poco a poco te va enganchando y cuando te das cuenta ya no hay remedio o eso parece. Pide ayuda y te sorprenderás lo que que puedes conseguir